La Teoría del Rechazo
La condición de la naturaleza humana es una eterna
lucha entre la razón que nos insta a buscar la elevación en la capacidad
civilizadora del humano pensante y la condición instintiva intrínseca en la
existencia del animal, condición que innegablemente está en nosotros, que se
encuentra en lo profundo de nuestro subconsciente y que se manifiesta en
nuestras acciones disimulada por nuestro proceder educado, entrenado para
funcionar dentro de los cánones de la sociedad.
Y así como se muestra, quiero resaltar en esta oportunidad una reacción
fácilmente ignorada (posiblemente porque no se quiera ver) que por instinto o
naturaleza toma el ser humano, en contra de la razón, de la capacidad emocional
compleja que nos conecta y demostrando en sus actos el propio instinto de
supervivencia que permitió al ser humano superar los tiempos duros antes del
cobijo de la sociedad.
Con “Teoría del
Rechazo” hago referencia al hecho lamentable que se puede notar cuando una
persona que goza de cierta estabilidad, salud e incluso capacidad económica y
es apreciado y estimado, importante en su medio y grupo social; que de pronto
sufre un repentino colapso, de salud o económico y de pronto se hace odioso y
molesto a todos alrededor, que disimuladamente, como exigen las normas de
nuestra planificada sociedad, comienzan a apartarse de esta persona,
execrándole del grupo del que anteriormente era miembro importante, en el caso
económico, notorio por las normas sociales, parece explicarse por la
superposición del interés al sentimiento, sin embargo, es más complejo al
hablar de un percance en la salud de la persona, donde cualquier excusa hace
una brecha en nuestra imagen social, algo que el ser humano cuida a lo largo de
toda su vida.
Es lamentablemente notorio que en la mayoría de los
casos, al hacerse mayor una persona o sufrir una compleja enfermedad,
especialmente si le deja postrado en el lecho, las personas cercanas comienzan
a apartarse de este, limpiando su consciencia en razones rebuscadas mientras intentan
siquiera olvidar la existencia de esta persona, relegada al “patio trasero” de sus consciencias.
Esto, sin embargo, como muchos misterios del
comportamiento humano se explica mirando la naturaleza al comportamiento del
resto de los animales, siempre relacionado con el instinto y comprendiendo su
forma de actuar. Es bien sabido que las frutas se contaminan fácilmente al
entrar en contacto con alguna que esté dañada, lo mismo ocurre con los
animales, que por el instinto de preservación, para evitar la posibilidad de
contagio de alguna posible enfermedad, se apartan de cualquier miembro que
muestre claros síntomas de enfermedad; algo que se puede notar en los animales
domésticos incluso a muy corta edad, en camadas de perros o gatos, animales que
al nacer buscan permanecer unidos para mantener el calor corporal; cuando
alguno comienza a padecer de alguna enfermedad, instintivamente los demás se
apartan, abandonando a su suerte al enfermo.
De esta misma manera actúa el ser humano, incluso en
casos donde la razón normalmente demostraría que es imposible un contagio, el
instinto animal de la persona huye de aquel que ha sufrido una tragedia
personal como intentando evitar que su situación negativa empañe su perspectiva
de la realidad, en la que todos de alguna manera intentamos ignorar lo que
lastima y sólo enfocarnos en lo que nos hace sentir bien.
Es lamentable que una persona que por casualidad o
destino haya perdido su salud o estabilidad, de paso deba sufrir el duro golpe
del rechazo, que podría hasta entenderse como una traición de parte de sus más
allegados, demostrando que el sentimiento elevado está ligado a la razón y el
instinto básico nos hace egoístas y crueles, siendo esta tal vez la verdadera
naturaleza del ser humano.
Hago referencia a Kafka, y su famosa obra, “La Metamorfosis” en la que se expone
de alguna manera esta situación, llevada a la ficción, si de pronto al amanecer
nos vemos convertidos en un ser repulsivo a los ojos del mundo, quedaría pensar
si los sentimientos de aquellos que nos rodean son tan profundos o siquiera tan
razonables como para seguir a nuestro lado o si sus instintos crueles y
salvajes les apartarían de nosotros.
No es necesario convertirse en un ser abominable, como
metáfora, una persona que cae en desgracia, perdiendo su situación favorable
por naturaleza se convierte de pronto en abominable, resaltando sus defectos,
reconociendo que una persona que sufre de depresión demuestra el lado más
negativo de su personalidad, ese es el momento de invocar a la civilización y
como seres pensantes y razonables que somos, no dejarnos llevar por el instinto
de apartarnos sino recordar el sentimiento que nos une a esa persona y en base
a este, permanecer fiel a quien más necesite de un amigo.
Esta, como todas las muchas enseñanzas de la
naturaleza, no es para quedarnos en ella sino para avanzar desde este
conocimiento y poder corregir los errores que aquejan nuestra civilización, sea
por naturaleza o por razón, y siempre intentar mejorar, pues al final de todo,
el ser humano siempre avanza y la más elevada de las causas es estribar por la
grandeza, perfeccionando al ser humano.
Krieg
06 de
Noviembre de 2019